A lo largo de mi experiencia como entrevistador he hallado perfiles muy diferentes de candidatos, atendiendo tanto a la forma de hablar, como al desenvolverse en las entrevistas.
Este texto pretende expresar mi humilde opinión, que espero sea de utilidad para las personas que, como tu, vayan a enfrentarse a una entrevista laboral, ya sea presencial u online. Por cierto, para las entrevistas online también hay que presentar una apariencia excelente.
Debes tener siempre en cuenta el refrán popular que dice que «Quien mucho habla, mucho yerra». Aplícalo en el sentido de no prolongar demasiado tus respuestas a las preguntas que te lance el entrevistador. Lo recomendable es que no duren mucho más de un minuto. Si desea más aclaraciones te repreguntará. También es cierto que hay personas que pecan de lo contrario y a las que hay que ir arrancándoles las palabras de la boca, lo que justifica el título elegido.
En la vida en general no suele ser muy recomendable adoptar conductas extremas y a la hora de buscar trabajo mucho menos. Tan malo en una entrevista es ser como una planta, que se limita a responder con poco más que monosílabos, que apabullar al pobre entrevistador o entrevistadora con un torrente verbal en el que apenas puede meter baza. Otra cosa es si el que no para de hablar es el entrevistador o entrevistadora. En ese caso jamás se te ocurra cortarle, al contrario, si realiza una autoentrevista tienes muchas más posibilidades de que te seleccione.
Sin embargo, en mi opinión, el espécimen más extremo es aquella persona que además de tener incontinencia verbal, sabe de todo y parece que te esté perdonando continuamente la vida. Son esos personajes que acuden a las entrevistas confiados de que éstas no son más que un mero trámite para ofrecerles el puesto a ellos, que realizarán el inmenso sacrificio de salvar a la pobre empresa de todas sus desdichas.
Huyendo de las caricaturas, lo que pretendo mostrarte es la importancia de controlar lo que se dice y cómo se dice en una entrevista. Lamentablemente me encuentro más a menudo de lo que desearía personas que, a pesar de contar con unos conocimientos y competencias adecuados al puesto al que aspiran, no se saben vender. Les faltan ganas, energía, interés, proactividad, etc., lo que hace que pierdan puntos en la clasificación. Todo eso puedes y debes aprenderlo y prepararlo si aspiras a superar la prueba. Piensa que en algunas situaciones una actitud adecuada puede compensar la ausencia de un determinado conocimiento o competencia no imprescindible.
Todavía hay quien no ha interiorizado que buscar trabajo requiere dedicación y tesón. Si además el entorno no ayuda, el esfuerzo que debes realizar para diferenciarte y convertirte en un candidato o candidata deseable debe ser mayor y prioritario.
Debes preparar adecuadamente las entrevistas y eso exige que revises a conciencia las exigencias del puesto y seas capaz de hacer ver al entrevistador que tu experiencia y competencias se ajustan a las mismas con una actitud proactiva, pero sin soberbia. Tienes que que tener identificados tus logros profesionales, tus fortalezas, tu propuesta de valor e incluso tus áreas de mejora, lo que lograrás con un adecuado y objetivo autoconocimiento.
Las preguntas de los entrevistadores no tienen nada que ver, en la inmensa mayoría de los casos, con los Tests de Rorschach. Lo habitual son preguntas comunes y muchas veces repetidas, centradas en el perfil del candidato o candidata y en las exigencias del puesto. No son justificables, por lo general, las caras de estupor de algunos candidatos ante cuestiones más que previsibles.
En resumen, si quieres tener éxito en una entrevista prepáratela a conciencia y no vayas de seto (o de seta, que casi es peor) ni de sobrado/a.
Recuerda siempre la cita de Aristóteles, «la virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto».
BARTOLOMÉ ZUZAMA.
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